"#003" (2012)
Corazón de cabra, cal, hidrogel, plantas varias, vidrio, poliestireno de alto impacto, disipador eléctrico. 
30 x 35 x 30 cm
Crédito fotográfico: David Esteban


"#005" (2012)
Tierra, hormigas, insecto muerto, vidrio, aglomerado revestido en melamina. 46,5 x 41 x 5 cm
Crédito fotográfico: Soledad Manrique Goldsack


"Sin Título" (2013)
Sangre, moscas disecadas. 13 x 60 x 50 mm
Crédito fotográfico: David Esteban

TEXTO DE SALA:



Un Híbrido, ese cruce de dos organismos, especies e incluso ideas, no es creación ni exclusiva del imaginario ni exclusiva del laboratorio como se considera en el uso regular, bajo la idea de estéril.

El híbrido, nos permite repasar ese juego entre racionalidad e irracionalidad, a veces nos coloca ante una identidad parcial, como quien avanza en la lectura de un prospecto o su receta, o en esa explicación de la dolencia que mezcla lo inaccesible del lenguaje y su cotidianeidad. A veces, cuando la síntesis es “a perdida” de referencias, creando un correlato. Lo cierto es que en tanto unidad, el híbrido finalmente naturaliza lo siniestro, vuelve eso inaudito una nueva cualidad.

Esta migración -o mejor dicho su rastro- tiene historia. El saber de la modernidad la esgrimió en pleno conflicto darwiniano en la lingüística, mediante una mutilación diplomática: tratar la evolución o el progreso en el lenguaje y evitar, entonces, hablar del hombre-revelación; o descubrir -como la química- que la vida puede ser analizada en los términos de las ciencias inorgánicas.

De este modo y quizá por la distancia (histórica, en este caso), se nos presenta el híbrido como una evidencia que naturaliza esas fisuras, como un testimonio irrevocable en la instancia del juicio, dándonos por causa sólo una circunstancia accesible a fuerza de un fiscal con destreza. Se borra entonces el conflicto y la solución de continuidad. Una especie de trauma en eso que no cesa de no suceder.

Una de las primeras aplicaciones de la metanfetamina de laboratorio fue bélica. Los kamikazes la ingerían antes de su vuelo. El modelo de avión que utilizaban recibió su nombre y este fue: flor de cerezo. Usaban casco, se desangraban en pólvora, sin entrenamiento para la guerra, se decía morirían en tierra bombardeados o en aire derribados, por lo que nunca fueron a ella, simplemente se “esparcían”(1) como la dispersión en el aire de las sakura.


A la vez esa “unidad” nos brinda un conjunto reversible y nos permite comprender –en el otro extremo- que lo inaudito del imaginario social sea enunciado, por ejemplo, en la ciencia y que; cuando su experiencia no alcance con pronunciarse en una estricta malla de de evidencias; exija un salto de fe, un razonamiento circular (2).

Caemos así en la trampa poética fundante: cambiar de registro como quien no persigue y somete al hombre y su subjetividad. Aislar el conflicto y tratarlo allí donde ya ha sido naturalizado. Una suerte de ubicuidad.

En nuestro caso el “híbrido” construye poética y táctica. Busca primero un espacio para constituirse en metamorfosis, un soporte que le permita enunciarse cambiante, en proceso, mutando, un cruce, en todo caso raro pero asimilable, para allí, transformar el asunto emocional en objeto distante, quizá biológico. Es decir, se interpela -con el rigor de una demostración biológica experimental- la subjetividad domesticada, duelo o luto, renacer y libido.

Pero es incluso más dulce el pequeño experimento -y sin reparación- un cyborg, la fórmula matemática de una neurona para la inteligencia artificial, una topografía cerebral de la conciencia, un conjunto datos encargados de la clausura emocional, como un tema sabido que no he de asimilar. En síntesis, nada es antinatural y a la vez, todo es artificial.
Finalmente solo hay ciclo o biología o su ejercicio fatal.
Sin embargo si de soporte biológico se trata, las funciones subjetivas se encuentran en él y ya sea a través de la neurociencia o el psicoanálisis caemos en la exterioridad, en la identidad del self –el yo y la conciencia del yo- el contrapunto inconsciente, la relación con el mundo y la pérdida de sus distancias. Otra fatalidad, en apariencia, mortal.

La lucha por destruir esa identidad -por revelarse en sus correlatos, en la posibilidad de pensar la existencia “real”, sin proceso ni progreso, sin evolución ni ciclo- es también artificio íntimo de la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser (3).
Y ahora, vuelvo a comenzar. El grupo de obras que constituyen “El fin de la vida como el principio de la misma” parten de una reflexión poética que no atiende al material, ni a la primacía de la forma, ni a su hábito, ni al estricto resultado final. Su poética es un ejercicio de re-enactment (4), como si asistiéramos mil veces a una recreación: El avión cae, como lo hacen las flores de cerezo, llega la primavera… otra vez, sin duda es día de gloria.


Silvana Gutiérrez
Texto para catálogo de la muestra "El fin de la vida como el princpio de la misma", MMAMM (Museo Municipal de Arte Moderno de Mendoza), Diciembre 2012
(1) Esparcían: Eufemismo mediante el cual los soldados japoneses hablan del «morir en la batalla»; se refiere a la dispersión en el aire de las flores del cerezo.
(2) La expresión se atribuye a Søren Kierkegaard. Según éste un salto de fe implica un razonamiento circular, en tanto que el salto está hecho por la fe.
(3) Definición de Platón sobre la Poiesis. El banquete. Ed Gradfico. Bs As. 2006.
(4) Re-enactment. Termino que en lengua inglesa significa recreación. Se utiliza refiriéndose una actividad con guión educativo en el que los participantes siguen un plan preestablecido para recrear un evento o período histórico.